Cavo, desentierro tierra. Desvisto el suelo.
Cada músculo del torso clama reposo.
Duelen las manos. Sudor y sed.
Adentro, he arrancado maleza y piedras.
En la intimidad de la tierra húmeda, duermen larvas de escarabajo,
blanquecinas, ominosas.
Se aferran a un mundo a un palmo bajo tierra.
Decido preservar sus precarias vidas. Se los debo.
He trastocado, con un terremoto, el sueño del que despertarán transformadas en insectos que simbolizan la Inmortalidad desde el Egipto de Isis y Osiris, donde fui un esclavo, o un vil príncipe a quien la muerte de esclavos no perturbaba.
La vida es eterna
dentro del instante.
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